
MI PRIMERA CARRERA
Era la del VII Carrera Puerto Bahía de Algeciras y competían más de mil corredores de diversas categorías. Mi preocupación (y la de toda la semana previa) era doble, por un lado terminar la carrera sin la ayuda de la ambulancia, y por otro hacerlo antes de que los organizadores se fueran a cenar.
La distancia de 6935 metros, parece fácil, pero tiene algunas trampas. Viviendo en la misma ciudad ni que decir tiene que hice el recorrido un par de veces antes, la primera en unos 51´y la segunda en 48´. En la carrera oficial el crono se pararía a los 45 minutos y me cabían mis dudas de poder entrar a tiempo.
La primera sorpresa al llegar es la de encontrarte una muchedumbre de corredores de todas las edades y condiciones, amen de padres, amigos y curiosos. La segunda es comprobar como en algunos casos se organizan eventos de manera seria y competente en una ciudad donde todo se hace con el culo, y donde la improvisación y la chapuza son la norma.
Mis dos hijos debutaron también, cada uno en su categoría, pero de esto haré otra entrada más adelante.
Cuando me quise dar cuenta encontré una maraña de atletas dando vueltas calentando para la prueba absoluta y decidí que no estaría de más imitarles un poco, para no desentonar. No hacía falta ser un experto veterano para ver que allí había corredores de nivel, y gente que se tomaba la cosa muy en serio. Había camisetas de clubes de toda Andalucía y un ambiente sano, cordial y divertido.
Cuando sonó el tiro yo estaba el último junto a mi amigo Antonio Herrero, que también debutaba en esta plaza, y salimos del Puerto hacía Virgen del Carmen pensando en no hacer mucho el ridículo, ya que a la cabeza de la carrera la perdimos de vista en un instante. Me fije en un hombre mayor, con una camisa blanca que caminaba a nuestro lado con ánimo y al que adelantamos al poco rato.
La primera trampa es la calle Trafalgar, que es jodida (además de por el nombre) por la subida de 45 grados y más de 150 metros. Me lo tomé con calma sabiendo que la fiesta acababa de empezar y debía guardar fuerzas para más adelante. Antonio no me hizo caso, tiró fuerte para adelante, y pensé en que ya lo pillaría. Al llegar a Alfonso XI, el guardia que cerraba la carrera con la moto, inmediatamente antes de la ambulancia, me convenció con su cercana presencia de que debía apretar un poco.
No puse el crono en marcha a la salida porque se me olvido con los nervios, y cuando lo encendí el pulsometro comenzó a pitar, por lo que decidí olvidarme de todo y concentrarme en la carrera. Llegamos a Blas Infante y la subí también con cierta prudencia, giré poco antes del antiguo asilo e invertimos la dirección hacia el parque, ahora cuesta abajo, que como todo el mundo sabe es más favorable para esto de las carreras. Apreté un poco, lo justo, y adelanté a dos o tres corredores. Por la carrera de El Rinconcillo vi que me sentía bien, supe que iba a terminar la carrera si no surgía ningún imprevisto. Adelanté a dos hombres, mayores que yo, y que iban charlando de sus cosas, y a una pareja más joven. Me dio la impresión de que él amoldaba el paso al de ella, pero que podía apretar más, aunque cualquiera sabe.
La subida al puente que pasa sobre la entrada al puerto pesquero es la penúltima trampa, nos dieron unos botellines de agua y yo me derramé la mitad sobre la cabeza. La bajada del puente también tiene truco, te da la impresión de que estás llegando, pero aún queda algo menos de la mitad de la carrera. Es la parte más fea, en el carril de al lado hay tráfico rodado, pero ya todo es llano hasta la llegada.
Miraba a los que llevaba delante y me esforcé en adelantar a algunos, uno de ellos apretaba el paso cuando me acercaba, pero acabo por aflojar.
A la vista de la llegada supe que estaba en una nueva fase de mi vida, y que pronto estaría de nuevo en otra igual o parecida. Como dice mi amigo Francis, que también corrió, había disfrutado de la carrera. Fui el último de todos mis amigos y conocidos (Javier, Antonio, Francis, Juan Carlos y Manolo), pero sé que he ganado algo importante para mí, y además me han regalado unos calcetines verdes para correr. De puta madre.
Por cierto, cuando me estaban dando el tique con el tiempo (43:08) y la velocidad media (06:13) oí un gran aplauso y unos gritos de ánimo que me hicieron mirar y ver como el anciano de la camisa blanca entraba por la línea de meta. En el periódico de hoy he leído que tiene 91 años, así que no tengo ningún comentario más que hacer.
Era la del VII Carrera Puerto Bahía de Algeciras y competían más de mil corredores de diversas categorías. Mi preocupación (y la de toda la semana previa) era doble, por un lado terminar la carrera sin la ayuda de la ambulancia, y por otro hacerlo antes de que los organizadores se fueran a cenar.
La distancia de 6935 metros, parece fácil, pero tiene algunas trampas. Viviendo en la misma ciudad ni que decir tiene que hice el recorrido un par de veces antes, la primera en unos 51´y la segunda en 48´. En la carrera oficial el crono se pararía a los 45 minutos y me cabían mis dudas de poder entrar a tiempo.
La primera sorpresa al llegar es la de encontrarte una muchedumbre de corredores de todas las edades y condiciones, amen de padres, amigos y curiosos. La segunda es comprobar como en algunos casos se organizan eventos de manera seria y competente en una ciudad donde todo se hace con el culo, y donde la improvisación y la chapuza son la norma.
Mis dos hijos debutaron también, cada uno en su categoría, pero de esto haré otra entrada más adelante.
Cuando me quise dar cuenta encontré una maraña de atletas dando vueltas calentando para la prueba absoluta y decidí que no estaría de más imitarles un poco, para no desentonar. No hacía falta ser un experto veterano para ver que allí había corredores de nivel, y gente que se tomaba la cosa muy en serio. Había camisetas de clubes de toda Andalucía y un ambiente sano, cordial y divertido.
Cuando sonó el tiro yo estaba el último junto a mi amigo Antonio Herrero, que también debutaba en esta plaza, y salimos del Puerto hacía Virgen del Carmen pensando en no hacer mucho el ridículo, ya que a la cabeza de la carrera la perdimos de vista en un instante. Me fije en un hombre mayor, con una camisa blanca que caminaba a nuestro lado con ánimo y al que adelantamos al poco rato.
La primera trampa es la calle Trafalgar, que es jodida (además de por el nombre) por la subida de 45 grados y más de 150 metros. Me lo tomé con calma sabiendo que la fiesta acababa de empezar y debía guardar fuerzas para más adelante. Antonio no me hizo caso, tiró fuerte para adelante, y pensé en que ya lo pillaría. Al llegar a Alfonso XI, el guardia que cerraba la carrera con la moto, inmediatamente antes de la ambulancia, me convenció con su cercana presencia de que debía apretar un poco.
No puse el crono en marcha a la salida porque se me olvido con los nervios, y cuando lo encendí el pulsometro comenzó a pitar, por lo que decidí olvidarme de todo y concentrarme en la carrera. Llegamos a Blas Infante y la subí también con cierta prudencia, giré poco antes del antiguo asilo e invertimos la dirección hacia el parque, ahora cuesta abajo, que como todo el mundo sabe es más favorable para esto de las carreras. Apreté un poco, lo justo, y adelanté a dos o tres corredores. Por la carrera de El Rinconcillo vi que me sentía bien, supe que iba a terminar la carrera si no surgía ningún imprevisto. Adelanté a dos hombres, mayores que yo, y que iban charlando de sus cosas, y a una pareja más joven. Me dio la impresión de que él amoldaba el paso al de ella, pero que podía apretar más, aunque cualquiera sabe.
La subida al puente que pasa sobre la entrada al puerto pesquero es la penúltima trampa, nos dieron unos botellines de agua y yo me derramé la mitad sobre la cabeza. La bajada del puente también tiene truco, te da la impresión de que estás llegando, pero aún queda algo menos de la mitad de la carrera. Es la parte más fea, en el carril de al lado hay tráfico rodado, pero ya todo es llano hasta la llegada.
Miraba a los que llevaba delante y me esforcé en adelantar a algunos, uno de ellos apretaba el paso cuando me acercaba, pero acabo por aflojar.
A la vista de la llegada supe que estaba en una nueva fase de mi vida, y que pronto estaría de nuevo en otra igual o parecida. Como dice mi amigo Francis, que también corrió, había disfrutado de la carrera. Fui el último de todos mis amigos y conocidos (Javier, Antonio, Francis, Juan Carlos y Manolo), pero sé que he ganado algo importante para mí, y además me han regalado unos calcetines verdes para correr. De puta madre.
Por cierto, cuando me estaban dando el tique con el tiempo (43:08) y la velocidad media (06:13) oí un gran aplauso y unos gritos de ánimo que me hicieron mirar y ver como el anciano de la camisa blanca entraba por la línea de meta. En el periódico de hoy he leído que tiene 91 años, así que no tengo ningún comentario más que hacer.
4 comentarios:
Enhorabuena por la carrera y estoy seguro que como dices es el comienzo de una nueva fase de tu vida y que pronto estarás pensando en otra carrera. Esto engancha de verdad y sienta además muy bien.
Enhorabuena también a tus hijos.
Nunca es tarde para empezar tio. No te arrepentiras del modo de vida que vas a comenzar. Esto engancha, para bien. Yo comence a competir hace 5 años y 3 que estoy en el Club Olimpo de Cadiz y cada dia estoy mas agradecido a esta aficion.
Enhorabuena Julio. Desde Cádiz mi bienvenida al mundo de los corredores populares. Yo tengo 34 años y llevo unos 20 añitos gastando suelas, siempre a nivel de aficionado. Yo trabajo en el Puerto de Cadiz y suelo participar en la carrera del Puerto de Algeciras. Desde aqui te invito a que participes en la próxima que hay en Càdiz (Carrera Popular San Carlos)el 1 de noviembre. En la organizacion participa el club Olimpo de Cadiz, al cual tambien pertenezco. Te esperamos,...y si nos vemos yo pago el café,ja,ja,ja.
No podré ir, Juan, pero ya nos vermos en otra, aunque pague yo el cafe, que le vamos a hacer.
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