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domingo, 29 de noviembre de 2009

YEBEL MUSA















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El sábado 28 de noviembre hicimos la subida al Yebel Musa (DJEBEL MUSA en realidad), en el N de Marruecos entre Ceuta y Tánger. Nos sirvió de guía Juan Luis, de Osmundasur, cuyos servicios son francamente recomendables y a quien agradezco su compañía y los múltiples detalles que pueden aprender de un profesional del senderismo. Siempre he sido partidario de ir a mi aire, pero creo que en muchos casos es un acierto recurrir a estas empresas, cuando se trata de personas serias.
http://www.osmundasur.es/index.html
El viaje incluye barco, y microbús desde Ceuta a Benyounes (Ben Younech), 35°54'29.34"N, 5°23'55.66"O. Es un pequeño pueblo costero donde existía una factoría ballenera, cuyas ruinas aún existen. Era el día del Cordero, una de las festividades principales, y la gente iba por la calle con sus mejores galas. El monte (840 metros) se ve desde lejos, incluso desde el otro lado del Estrecho, desde dónde se imagina imponente. Comienza el ascenso desde el pueblo por un camino pedregoso y por una depresión entre el monte Musa y otro menor tras el cual está la isla del Perejil, que en realidad no es más que un peñoncillo con cuatro matojos. A una hora de camino llegamos a un punto desde el que se inicia el verdadero camino a la cumbre del Musa. Como toda la jornada el camino esta lleno de piedras, por lo que el empleo de bastones se hace algo incómodo si no se ha previsto traer las bolitas de goma que se ponen en la punta para evitar que se hundan entre las piedras. Queda otra hora de ascensión y pronto los bastones son un estorbo pues es preciso usar pies y manos para trepar.
Pocas vistas son comparables a la de la cumbre. Al N el Estrecho, y con buena visibilidad, como nos tocó ese día, se ve desde Trafalgar a Sierra Nevada, incluyendo por supuesto Gibraltar, la Bahía de Algeciras, Tarifa, la duna de Bolonia. Y por supuesto, la otra Columna de Hércules (ya que Musa es una), en Sierra Luna, y que también he tenido la suerte de conocer. Si seguimos girando hacia levante vemos Ceuta y la costa marroquí hasta el impresionante Cabo Negro. Dando media vuelta tenemos una imagen impresionante del N de Marruecos, bosques de Cedros y de Pinsapos, caminos y senderos que dejamos como asunto pendiente para otra ocasión.
Hay un pequeño refugio y un triangulo de hierro que señaliza la cumbre, además de alguna botella que algún distraído olvidó recoger. En la bajada es imprescindible concentrarse en lo que se está haciendo y usar todas las extremidades para evitar darse un batacazo, pero si se anda con cuidado no hay porque tener problemas.
De vuelta al punto donde emprendimos la última parte de la ascensión nos desviamos un poco para comer en el borde del acantilado, sobre la isla del Perejil, para después hincar la vuelta por un nuevo camino, bordeando los montes por la parte de la costa, dejando la Isla a nuestra izquierda y el monte a la derecha.
Todo EL monte es piedra caliza, y la mayor parte del camino del camino pedregoso. La planta que más abunda es el lentisco, que forma bosquecillos de arbustos, es esta época del año con pequeños frutos rojos. Los árboles predominantes son los quejigos, pero ninguno alcanza un gran desarrollo, debido quizá al azote de los vientos que debe haber en el lugar. En cuanto a la fauna, dicen que hay tortugas bobas en la costa. Hay colonias de macacos en las montañas pero solo son visibles al amanecer y al anochecer. Son de la misma especie que los de Gibraltar pero menos habituados a los humanos; y hacen bien.
A la vuelta volvimos a pasar por Benyounes donde todo el mundo estaba de paseo como corresponde a una tarde de fiesta. La gente es amable y saluda cuando pasa junto al forastero.
Resumiendo, una experiencia única que pienso repetir. Ya tenemos algo en mente para dos noches en los bosques de cedros.

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