UN BLOG DE CARRERAS Y SENDEROS
domingo, 23 de noviembre de 2008
EL TREVENQUE
Después de varios aplazamientos causados por problemas meteorológicos o por los compromisos y obligaciones que todos arrastramos, pudimos, por fin, hacer la ascensión anual en Sierra Nevada. Este año tocó el Trevenque (2.079 M.) ya que el Corazón de la Sandía estaba cubierto de nieve, y además había problemas en los accesos.
Salimos desde La Fuente del Hervidero, en La Zubia. Estamos ya a 1.300 metros de altitud y eran las 08.45 horas de la mañana del día 15 de noviembre. El día era esplendido y poco a poco comenzó a sobrar ropa. Seguimos el Canal de la Espartera, que se construyó en 1917 aprovechando un salto de agua del río Dilar para proporcionar energía eléctrica a la fábrica de pasta de esparto de papel de Ntra. Sra. de las Angustias. Abundan los pinos, y en menor medida los chaparros, apenas se ve otro tipo de árbol con la salvedad de algunos pocos ejemplares en las zonas húmedas de lo que me parecieron alisos.
Me llama la atención la abundancia de vida vegetal en contraste con la de la zona del Mulhacén, debido sin duda a la altitud. En cuanto a fauna solo vimos algunas cabras.
Llegamos a la toma del canal e iniciamos la subida al Cortijo Rosales, donde hacemos las fotos de rigor. Vimos el nacimiento del Agua Blanquilla y enseguida nos desviamos por unos arenales (que confundí con el cauce seco de un río). Allí me encontré con dos cipreses que rara vez he visto fuera de jardines y cementerios.
Por los arenales llegamos a la base del monte y comienza la verdadera subida, lo que se nota en las pulsaciones. Estamos en la cara Sur del Trevenque y apenas se ve nieve, de las que sólo hay muestras en la cumbre, aunque se ve mucha más en la ladera Norte.
Bajamos por la cuerda del Trevenque y llegamos al punto de partida por un camino mucho más corto y fácil, pero más árido y mucho menos atractivo.
En total hicimos 16.40 kilómetros (según el Gps de Carlos D.) y empleamos 6 horas y 20 minutos. La organización por parte de Floren, que además ejerció de anfitrión, magnífica, me deja sin palabras.
Si algo debo destacar, además del paisaje y el contacto con la naturaleza, es el buen ambiente y el placer de disfrutar de todo esto en compañía de amigos, unos más viejos y otros menos.
Siempre hay algún momento mágico, y el principal de esta ocasión me lo hizo ver Aurelio. Fue un instante, en la bajada, ya casi al pie del monte, cuando se hizo presente y fuimos consciente del silencio total y absoluto de la naturaleza. Silencio, con mayúsculas, en un instante sin viento, sin pisadas, sin voces, y del que me gustaría disfrutar más a menudo.
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